
17 Nov Yoga, el latido del útero y las mujeres que boxean
Desde septiembre de este año estoy impartiendo clases de yoga a un pequeño grupo de mujeres. Aunque es verdad que en las clases de yoga casi siempre hay más mujeres que hombres (y conozco muchas profesoras/es que sólo tienen alumnas) por algún motivo yo suelo tener siempre alumnos en clase y hasta ahora no había podido entrar a explorar y proponer prácticas que no están presentes en las clases de yoga «clásicas» y que, sin embargo, yo sí estaba realizando por mi cuenta.
Hace unos días una de estas alumnas de las clases de Yoga & Mujer compartió al final de una clase que, aunque las sesiones le sentaban de maravilla, lo cierto era que a la mañana siguiente ella se despertaba con dolores de cabeza. Aunque ella lo que tenía eran jaquecas, me hizo recordar el libro de «La enfermedad como camino», donde en algún momento se habla de las migrañas como «orgasmos en la cabeza».
Di por hecho que alguna relación estaba habiendo entre sus dolores de cabeza y el trabajo centrado en el útero que hacemos en las clases, aunque no supiera de qué se trataba exactamente (en realidad, y reviento la «magia» a los alumnos que a veces parecen pensar que tenemos cualidades casi sobrenaturales, la verdad es que así es cómo suele funcionar el trabajo con el cuerpo: no sabemos, sólo intuímos que quizás va por ahí).
Así que simplemente le pedí a mi alumna que me contara qué había pasado tras esa clase. En el siguiente encuentro me trajo el informe: «por la noche noté un pequeño inicio de dolor de cabeza y pensé, ¡ya viene el dolor! Pero no, al día siguiente estuve bien. Es como si haber visto la relación, y haberlo expresado contigo, hubiera cambiado algo», agregó ella reflexiva.
En esa misma clase esta alumna empezó a sentir, por primera vez en su vida, una pequeña pulsación en su útero: estaba descubriendo algo maravilloso, ¡que el útero late como el corazón!
Es algo de lo que la mayoría de mujeres occidentales no tienen ni idea, y que sin embargo ya sabían (y sentían) mujeres más «primitivas», es decir, mujeres más libres y conectadas con su cuerpo que nosotras. La foto que comparto junto a este texto es de un jarrón micénico. En las civilizaciones de la edad de Bronce que existían antes de que se implantara el imperio de la Grecia clásica, a las mujeres les gustaba decorar los cántaros con los que iban a recoger el agua cada día. Uno de sus motivos favoritos eran estos pulpos, que representan el movimiento acuático, ondulante y expansivo del útero y sus orgasmos.
Hace poco alguien me comentaba «cada vez conozco a más mujeres apuntadas a boxeo» (creo recordar que la conversación surgió al hilo de una entrevista, que no vi, a la presidenta de la comunidad de Madrid, que afirmaba haber perdido peso practicando boxeo). No digo que esté mal practicar boxeo, quien ha hecho terapia Bioenergética conmigo, o quizás lleva como alumna/o de yoga desde hace tiempo conmigo sabe que a veces yo misma puedo hacer a veces recomendaciones «sorprendentes» y «extrañas» de ese tipo, en plan «quizás te vendría bien boxear», o «quizás te vendría bien hacer alfarería».
Pero me encuentro muchas «boxeadoras», aun cuando no boxeen, y también me pregunto si no nos iría mejor como sociedad si las mujeres descubriéramos la fuerza de nuestro pulpo en movimiento, y pudiéramos movernos y vivir desde esa cualidad, desde esa inteligencia corporeizada.
Lo digo ahora en términos más «yóguicos»: creo que serían interesante que estas mujeres que boxean tuvieran la oportunidad de desplegar plenamente el poder de su segundo chakra en lugar de hacer un by-pass y saltar directamente al chakra tercero. Creo que nos beneficiaría a todos.
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