
13 Oct La escucha, ventana a la relación
La escucha, nuestra calidad como escuchadores define directamente cuál es la calidad de nuestras relaciones personales. A mayor capacidad de escucha en nuestras relaciones disfrutaremos de mayor intimidad, una mayor implicación, mientras que si no sabemos escuchar eso repercute en la manera en que somos escuchados. Ocurre que, paradójicamente, las personas que hablan sin parar lo hacen porque en su interior tienen la sensación profunda de que no se les escucha… Y es cierto, pero el motivo está en ellas mismas y su dificultad para escuchar.
Una de las demandas más habituales en las relaciones estrechas, como las relaciones de pareja es este «no me escuchas”. Cuando hacemos esta afirmación no esperamos que el de enfrente nos repita literalmente lo que acabamos de decir como si fuera una grabadora (algo que a veces ocurre): lo que estamos transmitiendo es “no siento que te esté tocando lo que estoy diciendo”.
Hay un deseo de llegar al otro cuando se habla, y por eso se dice tantas veces que gran parte del aspecto sanador de ir a terapia reside simplemente en hablar y sentirse escuchado, porque no es algo tan sencillo de conseguir: es algo para lo que, de hecho, el terapeuta se ha entrenado.
Sentirnos escuchados implica sentirnos aceptados, vistos, acogidos; sentimos que importamos al otro. Mientras que cuando no nos sentimos escuchados pasa justamente lo contrario: sentimos que no importamos, que no nos da espacio. La conversación es un canal, como una cuerda, un puente que lanzamos para llegar al otro.
¿Cómo suelen ser, tristemente, las conversaciones habituales? Voy a presentar distintas escenas. Escena número 1: vas a tomarte un café con una amiga, le estás contando una historia y empiezas a notar que se le van los ojos (el movimiento ocular tiene mucha conexión con el pensamiento), que se pone inquieta, le cuesta mantenerse en la postura… No hay maldad en ello, pero tiene tanto ruido mental, que a su vez es fuente de tanta inquietud y ansiedad, que realmente no puede escucharte.
Una persona así necesita hacer un trabajo de limpieza mental para reducir el diálogo interno, porque ya no le cabe nada más, no le llega la voz del otro, y con ello se va cerrando al aprendizaje al final están en un estado de apertura es un estado de aprendizaje.
Escena número 2: en esa misma situación, la amiga te interrumpe y te empieza a contar su historia, y te da instrucciones de lo que tienes que hacer en función no de tu vida, tu situación, sino en función de lo que ella ha hecho. No está escuchando, sino que quiere que tú hagas aquello que ella hizo, como para reafirmarse consigo misma su decisión, o justo te dice que hagas aquello que ella nunca se atrevería a hacer por sí misma. Pero ninguna de las opciones tiene que ver realmente contigo. No te está escuchando.
Escena número 3: Empiezas a rebatir, llevar la contraria y entráis en una lucha de monólogos. Y es que esa radio interna, que podemos denominarla Ego, se está reafirmando continuamente a través de todo ese diálogo que te está diciendo quién eres, lo que piensas, etcétera, etcétera y al final pues se convierten en dos luchas de egos en las que parece que sí que si cedes y das a la razón a la otra persona pues hay algo en ti como que se destruye.
El doctor Miguel Fraile (médico, psicoanalista, profesor de Yogaterapia), en su último libro, “Más allá del Yo” justamente afirmaba que un ego suficientemente fuerte se permite morir. Un Ego fuerte puede renacer de sus cenizas de sus cenizas, cambiar de opinión, transformarse, y ese es el camino de la vida. Sin embargo normalmente tenemos Egos débiles y grandes.
LA ESCUCHA TRANSFORMADA
¿Qué va a pasar si nuestra manera de escuchar se transforma? Y hay que tener en cuenta que como todo en la vida es un continuo, un proceso. Y lo que ocurrirá es que nosotros y nuestras relaciones pueden transformarse y convertirse en relaciones más plenas.
Si nuestra escucha influye también en la manera en la que está la otra persona, la otra persona se da cuenta de que es recibida de otra forma, y a su vez empieza a transformarse, y a su vez empieza a escuchar de otra forma cuando le cuentas algo…
O puede ser que no pase nada de esto, también es importante decirlo, y entonces esa relación llegará naturalmente a su final, porque será evidente que no es un espacio de comunicación y de intercambio, de aprendizaje mutuo.
¿Qué podemos hacer para que nuestra calidad de escucha mejore? La primera, como comentaba más arriba, es reducir el ruido mental, y para esto la meditación, la práctica de atención plena es fundamental.
Pero también es importante tener presente que cuando escuchamos lo hacemos con todo el cuerpo. A medida que vamos mejorando nuestra relación con nuestro cuerpo, el estar conectadas con sentir nuestro cuerpo, con nuestro cuerpo en el espacio y lo que pasa dentro de nuestro cuerpo, las sensaciones, los avisos que nos están mandando nuestro cuerpo, nuestra capacidad de escucha va a ser también mucho mayor. Vamos a descubrir por ejemplo que nos está contando algo una persona y que nos estamos apretando, que algo está pasando ahí que hace que me apriete, y busco relajarme y entonces ya puedo entrar en un estado más receptivo.
O puede ser que me haya tensado porque esa persona está tensa, y como somos vasos comunicantes, yo me empiezo a relajar y la otra persona se empieza a relajar también. La información no llega solo desde lo verbal, hay mucha información que yo puedo recibir con todos los sentidos. El otro nos dice, nos comenta cualquier cosa y yo dejo que esa frase llegue y me dejo sentirla ¿cómo está calando en mí? Dejo que resuene y me quedo escuchando el eco.
Al final se convierte en un baile, una danza en la que ambos nos estamos abriendo a dejarnos impregnar, a dejarnos empapar, dejarnos influir por lo que dice el otro, no es la simplificación clásica del emisor-receptor. No funciona así, si uno no está receptivo, la calidad de la apertura del otro se verá condicionada por ello, irá cambiando.
Me despido con estas preguntas: ¿Cómo escuchas tú? ¿Cómo podrías hacer para escuchar mejor? ¿Das espacio y te dejas impregnar por la otra persona? Y cuando escuchas, ¿cómo está tu cuerpo? Son preguntas que pueden ayudarnos a cambiar la calidad de nuestra escucha.
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